Monday, February 06, 2006

... y se hartaron de perdices.

Después de la desmitificación a la que sometí a los príncipes azules en una de mis reflexiones, podría parecer que me he vuelto totalmente escéptica en lo que se refiere a las relaciones y que se ha apoderado de mi el espíritu amargado de las hermanas solteronas de la Cenicienta. Nada más lejos de la realidad. La parte de niña que hay en mi hace que siga creyendo que se puede tener un final del tipo "y fueron felices y comieron perdices". Pero es cierto que nunca nos narraron qué ocurrió después del banquete. De eso ya se encargaría la experiencia de cada uno.

En algunos casos, la princesa descubría que el príncipe roncaba como un león al quedarse dormido después de aquel día cargado de emociones y perdices. En otros casos, la dieta de semejantes avecillas acompañadas de una generosa guarnición hizo que la princesa perdiera su esbelta figura y que su aspecto se fuera asemejando al de un globo sonda, para asombro del ilusionado príncipe. Menos mágicos aún son los casos en los que la princesa se despertaba al día siguiente con el sonoro estruendo de las flatulencias que le habían provocado al príncipe los manjares de la famosa cena. Y, para colmo, inexplicablemente, al príncipe no le habían advertido sobre el cambio de humor que la angelical princesa iba a sufrir en determinados momentos de cada mes, convirtiendo a su amada en un dragón enfurecido. Cosas así no aparecen en los cuentos.

El mundo de los sentimientos sigue siendo un misterio indescifrable. Han intentando analizarlo desde la física y la química pero nadie ha conseguido dar una explicación completa que vaya más allá del flujo de feromonas. ¿Por qué nos enamoramos de alguien? ¿Por qué en ese momento nos convertimos en seres bobaliconamente felices y el mundo parece parar su frenético ritmo cuando estamos al lado de la persona amada? ¿Y, sobre todo, por qué a pesar de todo eso, no todos son felices y comen perdices hasta el fin de sus días?. Ahí es donde entra la parte de desmitificación de la que hablaba. Claro que el príncipe puede acabar roncando, claro que la princesa puede aumentar diez tallas... el problema es que en ocasiones amamos con condiciones o esperamos que la otra persona cambie para convertirse en la imagen de lo que esperamos sin aceptar lo que realmente es. Ahí es cuando el amor deja paso al desamor, a la rutina, al desencanto y cuando en lugar de comer perdices, los príncipes acaban tirándose pepinos a la cabeza.

Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que si bien la realidad no siempre coincide con la ficción, prefiero vivir sin la aparente perfección de la fábula. Quiero amar sin condiciones y que me amen como soy. No creo en el amor a medias, no creo en el conformismo, ni en las palabras vacías, ni en los "te quiero" rutinarios y sin sentido. Necesito el amor con mayúsculas, sin reservas, sin mentiras piadosas, sin falsas promesas, con la convicción de que habrá momentos en los que las perdices serán huevos cocidos y duros de pelar pero con la determinación de que se pueden superar esas situaciones si se mantiene la sinceridad y la confianza mutua . Sin caer en arranques de feminismo baratos, creo que en ese terreno las mujeres somos más valientes y más arriesgadas que los hombres (admito las discrepancias).

No sé cómo se escribirá mi cuento particular. De momento, se trata de iniciar una página en blanco, de no dejar que los tachones de las páginas anteriores emborronen la historia, de quererme yo misma para que nadie pueda volver a hacerme sentir desgraciada o insignificante. Y cuando escriba esa página será con la total convicción de que comamos perdices o nos pasemos a la dieta vegetariana, será el la mejor historia escrita hasta ahora porque será real.

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Y yo te animo a que sigas el lema que tienes al comienzo: Carpe diem ¿Alguien tiene asegurado el mañana?

2:18 AM  
Blogger pupupidu said...

Estoy totalmente de acuerdo contigo .... A veces el tener una imagen idealizada del amor y del principe azul te impide disfrutar de la realidad con sus imperfecciones y todo .
Saludos de otra gijonesa!

11:09 AM  
Blogger MAHOG said...

Amiga mia:
Si me dieran un euro por cada vez que me he hecho ese propósito... y otro más por cada vez que he caido rendida a los pies de un impresentable, tendría para un viajecito bastante majo a Punta Cana, a quitarme las penas mediante la ingestión masiva de deliciosos cócteles con sombrillita a la orilla de la playa.
La química es mala y puñetera, y no nos jode solo en el instituto (con los exámenes) sino que nos persigue el resto de nuestras vidas en forma de Feromona alienante. Es la que hace que te fijes en el tipo más inapropiado de la tierra y quieras comer perdices con él a toda costa, aunque estas vengan con gripe aviar incorporada.

10:20 AM  

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