¿Rebelión en las aulas?
"Toda mi infancia obedeciendo a los profesores y ahora que soy profesor, tengo que obedecer a los alumnos. Pero ¿cuándo me toca mandar a mi?". Con esta queja de uno de mis compañeros se resumía un problema que cada vez se hace más patente y que parece estar ahora de moda en los debates televisivos. Los medios de comunicación son los encargados de articular las pautas de lo que está de moda. Las cosas sólo parecen ser evidentes cuando un grupo de eruditos aparecen en televisión exponiendo sus teóricos puntos de vista. ¿Realmente alguien puede mostrar extrañeza por lo que está pasando en las escuelas? ¿Tenemos que presenciar cómo un chaval se tira al vacío porque ya no soporta la situación de abuso para rasgarnos las vestiduras? ¿Pero qué esperábamos?
Cuando unos padres se separan y utilizan a sus hijos como arma de chantaje emocional, todos ponemos el grito en el cielo y criticamos semejante falta de humanidad. Pero asistimos impasibles a que las leyes de educación se conviertan en armas políticas. En los últimos años hemos sido testigos de tal cantidad de cambios en la enseñanza que dentro de poco nos faltarán siglas para denominar la nueva ley de turno. Hemos dejado que el debate recaiga en temas tan demagógicos como insustanciales. Nos reimos del big brother americano que plantea en alguno de sus estados el que se elimine la teoría de la evolución de las especies de Darwin porque los alumnos podrían deducir que el hombre proviene del mono. Y mientras tanto, nadie se ha preocupado de pasarse por los colegios y ver qué es lo que está pasando. Nadie se escandaliza cuando desde hace tiempo se ha abandonado la cultura del esfuerzo, cuando a los jóvenes les estamos bombardeando con multitud de ejemplos de cómo poder ganarse la vida participando en un reality del tipo que sea o proclamando a los siete vientos que se han acostado con el famoso o famosa de turno. Mientras nuestros representantes políticos utilizan la enseñanza como arma arrojadiza y se llenan la boca con ideas como la libertad, el progresismo, etc.., etc... los profesores se encuentran con una situación ciertamente desoladora. No hay motivación, no hay disciplina, no hay interés por aprender. ¿Cómo pueden competir con la cultura del mínimo esfuerzo, del beneficio inmediato, del dinero fácil cuando desde las mismas autoridades se está jugando a disfrazar esa realidad?
El espíritu humanista ya no cotiza. Es mucho mejor crear pequeños autómatas que sean facilmente manipulables. A ver si nos va a dar por pensar y estropeamos el juego.
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