Sunday, April 23, 2006

Enredos en la red

Internet se ha convertido en una gigantesca agencia de contactos. Las pantallas de nuestros ordenadores se transforman en escaparates de posibles nuevas relaciones. Parece contradictorio que intentemos encontrar amistades o incluso medias naranjas encerrándonos en nuestras casas y protegiéndonos tras la aparente intimidad que proporciona una barrera de plasma.

Siendo curiosa por naturaleza, he visitado algunas de esas páginas en cuya publicidad aparecen cientos de caras felices que aseguran haber encontrado a su pareja ideal, a su amigo del alma o al compañero de viaje que siempre habían deseado. Tras el hipotético anonimato que te proporciona el uso de un nick (la elección del cual merece un capítulo aparte) y después de haber completado un perfil con datos en ocasiones ficticios o, cuando menos, demasiado generales como para que puedan definir a nadie, ya estás preparado para adentrarte en el misterioso mundo de los contactos virtuales.

Probablemente porque estaba pasando por un momento en el que mi autoestima y mi moral estaban algo decaídas, me enganché a la sensación de emoción que me daba el ver emergentes pantallas detrás de las cuales se escondían diferentes pretendientes que me dedicaban todo tipo de zalamerías. Debo reconocer que me daba cierto pudor confesarle a mis amigos esta adicción. Imaginaba su reacción y no quería enfrentarme a sus miradas inquisitivas. ¿Cómo puedes conocer a alguien normal a través de internet? ¿No ves que hay gente muy rara?. En parte tendrían razón. Pero después de todo, yo estaba allí y no me consideraba una persona rara ni una loca peligrosa así que, ¿por qué no iba a haber alguien como yo?. Al fin y al cabo, ¿no podía ser la aportación del nuevo milenio para ampliar los ambientes en los que podíamos conocer gente interesante?.

Sin embargo, después de un tiempo inmersa en la red, descubrí que este medio se había ganado a pulso la fama que tenía entre los neófitos. Pasé de ser una devota creyente a una feroz agnóstica. En honor a la verdad, debo reconocer que no todos los casos fueron catastróficos pero la estadística inclinó la balanza hacia la más aplastante versión de la ley de Murphy: si algo es susceptible de ir mal, irá peor.

Mi experiencia abarca varios casos: por un lado estaban los que se ponían en contacto conmigo buscando exclusivamente una relación sexual esporádica. Esto me dio qué pensar. Imaginaba que lo realmente complicado era encontrar a alguien con quien establecer una relación de futuro pero ¿resultaba tan difícil hoy en día encontrar a alguien con quien pasar una noche sin compromisos como para que algunos estuvieran dispuestos a recorrer kilómetros para conseguirlo?. Si el dicho popular de que por la noche todos los gatos son pardos era cierto (y más aún después de unas cuantas copas encima) ¿por qué tanto esfuerzo?. Aún así, al menos, no les faltaba sinceridad al exponer sus intenciones y no había lugar a engaño. Lo tomas o lo dejas. Peor resultaba el caso de aquellos que, tras un montón de conversaciones aparentemente sinceras y con un gran esfuerzo por resultar encantadores, sensibles e interesantes hasta conseguir un encuentro para tomar algo, dejaban ver que su intención no se diferenciaba en nada respecto a los primeros. Tan sólo se esforzaban un poco más en disfrazarlo.

Podría escribir todo un tratado sociológico con lo que he ido descubriendo en este tipo de páginas: hombres casados que querían redescubrir un momento de pasión sin que sus parejas se enterasen, hombres solteros profesionales que tan solo buscaban encuentros esporádicos, hombres solteros que tras el primer café te espetaban directamente que no aguantaban ni un minuto más de soledad y que querían casarse de inmediato para que alguien se encargara de la casa y les hiciera compañía, hombres que como foto de presentación exponían orgullosos su miembro erecto, hombres aficionados al sado, hombres que ni siquiera buscaban un encuentro cara a cara sino que querían mantener una relación sexual virtual a través de la web cam, e incluso mujeres que me alentaban a probar el cambio de acera si ya me había dado por vencida con nuestros congéneres masculinos.

Al final empecé a darme cuenta de que me daba cada vez más pereza iniciar una nueva conversación: presentaciones, ¿cuáles son tus hobbies? ¿vives sola? ¿a qué te dedicas? ¿cuántos años tienes? ¿cómo es que una chica tan maja no tiene pareja? bla, bla, bla. Era como leer mi autobiografía una y otra vez y acabó resultando agotador y decepcionante. Si internet es el gran escaparate del mundo, ¿me habré quedado atascada en la sección de saldos?

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

El caso es, que yo aun sin chatear, ya me imaginaba esto que cuentas. Y simplemente me lo tomo como un pasatiempo, o una via mas en la vida, por la que escapar de la rutina. Y porque no, cometer una locura, sin poner en peligro tu vida, status social, etc...

7:35 PM  

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