Saturday, September 11, 2004

Eva vs Adán 2

Aunque para estas reflexiones haya utilizado el título de Eva vs Adán, en ningún momento quiero dar a entender un enfrentamiento entre ambos sexos. No me considero feminista y tampoco estoy de acuerdo con la visión que estas propugnan a los cuatro vientos. Todos los extremos son negativos y de la misma forma que no defiendo la actitud de los machistas tampoco creo que la postura feminista a ultranza sea de ninguna ayuda. Afortunadamente somos diferentes y es esa variedad la que le da "salsa" a la vida por mucho que, en ocasiones, la complicada simplicidad de los hombres desespere a las mujeres y nuestra enrevesada complicación acabe por dejar perplejos a estos.

Vi reflejada esa diferencia en una de mis múltiples aventuras. Estaba trabajando en Torrelavega. Uno de mis compañeros venía conmigo. Teníamos una reunión con la directora de un colegio. De pronto, me doy cuenta de que necesito unos papeles que tenía en el maletero de mi coche. Muy amable, mi compañero se ofrece a ir a buscarlos. Le dejo las llaves y mientras él acude solícito a buscar los citados papeles, continuo hablando con la directora. Al cabo de un rato vuelve triunfante y me entrega lo que había ido a buscar. Con un gesto despreocupado le digo: "Muchísimas gracias. ¿y las llaves?". La palidez de su rostro me hizo presagiar lo peor. Sin apenas decir nada y ante el asombro de la directora y el mio propio, sale del despacho como una exhalación. Estaba claro. Se había dejado las llaves dentro del maletero. Para los que no conozcan el funcionamiento del Ford Focus, diré que tiene doble sistema de cierre. Puedes abrir el maletero sin necesidad de abrir el resto del coche. Lo que hizo mi compañero fue depositar las llaves en el maletero para tener las dos manos libres y buscar así los papeles y una vez conseguido el objetivo, cerró de golpe sin darse cuenta de que las llaves no habían desarrollado la habilidad de pegar un salto para librarse del encierro.

Al ver que tardaba en volver decido dar por finalizada la reunión y dirigirme al lugar donde tenía aparcado el coche. Y allí estaba mi pobre compañero, con el gesto totalmente desencajado y mirando todas las posibles ranuras del coche por donde pudiera encontrar la forma de abrirlo. Iluso. Intento tomármelo de la manera más serena que puedo y analizo la situación: estoy a kilómetros de mi casa (donde se encuentra el otro par de llaves), mi hotel está en Santander, mi maleta (así como el resto de mis cosas) está dentro del coche, son las seis de la tarde y los talleres cerrarían en breve. Pero es que encima no tengo ni idea de dónde está la central de Ford en Torrelavega. Y tengo a mi compañero dando vueltas en torno al coche repitiendo una especie de saeta: "Lo siento, lo siento; soy un desastre; la que acabo de montar, y ahora ¿qué hacemos?". La debilidad del sexo fuerte.

Llamo entonces a otro compañero para ver si le había ocurrido alguna vez algo similar y tras contarle el incidente me sugiere que rompa una de las ventanillas traseras del coche. Estupendo. Ya me imaginaba explicándole al policía: "Que sí, que este coche es mío, de verdad; que le puedo decir lo que hay metido en la maleta". Y una vez que evitara pasar la noche en comisaría tendría que dormir dentro del coche para que el pobre no amaneciera desguazado y vendido por piezas por un simpático grupo de chorizos. Bonita solución me había dado. La mayoría de los hombres (ojo con las generalizaciones que tampoco son buenas) reaccionan de manera inmediata ante situaciones de este tipo. Pero no miran más allá del momento actual. No toman en cuenta las implicaciones o consecuencias. Podría dar muchos más ejemplos pero me extendería demasiado.

En ese momento se me ocurre mirar las placas de los coches que están aparcados en la zona para localizar el número de un taller en Torrelavega. Consigo encontrar un número. Llamo y una amable señorita me dice que eso me lo tienen que solucionar en Santander. Por lo menos, consigo que me de el nuevo número. La contestación que recibo es aún más interesante: "nos tiene que dar el código de la llave". Mire, si tuviera la llave para ver el código no estaría teniendo este problema ¿no le parece?. La voz al otro lado no pareció inmutarse mucho. "Tendrá que llamar a la central donde compró el coche para que se lo faciliten". Como mi coche es de empresa, comienza entonces un rosario de llamadas, con la inestimable ayuda de la secretaria de la oficina en Asturias que me localiza la empresa de "renting" en Madrid hasta que damos con el famoso código. De música de fondo durante todo el proceso, la letanía de mi compañero que hacía de mi coche su particular muro de las lamentaciones.

La historia tuvo un final feliz. Una vez conseguido el código, nos fuimos a toda velocidad a Santander en el coche de mi "compi" a conseguir la copia de la llave del maletero y volvimos con el preciado tesoro a Torrelavega a abrir mi coche y rescatar las llaves. Me despedí de mi compañero que, con una sonrisa que aún reflejaba cierto nerviosismo, me dijo: "no me dejes más las llaves ¿eh?. ¡Qué mal rato!". Jajaja. Si es que en el fondo son un cielo.